Son
verdaderamente altas las cifras de jóvenes que hacen uso de las drogas en
nuestra sociedad. Jóvenes en plena etapa de adolescencia en la que ya es casi
imposible educarles o prohibirles nada. El ambiente que nos rodea está lleno de
provocaciones que les impulsa y estimula al consumo excesivo de ciertas
sustancias. “Evitar”, esta palabra abre un gran debate en nuestra sociedad
respecto al tema de las drogas. Un debate que cada vez más hace que nosotros,
las generaciones recientes y las que vienen pisando fuerte, nos rebelemos. No
es fácil averiguar que ha impulsado a un joven a meterse en ese mundo.
Para un
adulto hablar de los jóvenes, de cómo se sienten, como se comportan y lo que
piensan, siempre ha resultado muy difícil. Y si además, se pretende definir la
relación que estos mantienen con ciertas sustancias el tema se complica mucho
más. En los últimos tiempos, tanto los medios de comunicación como muchos
profesionales han cometido el error con la “intención de prevenir”, de
generalizar y extender la idea de que
drogas y jóvenes van de la mano, y de que es una relación inevitable.
Este hecho, condiciona negativamente la imagen que tienen los adultos de estas
generaciones y también de cierta manera, la imagen que tienen los jóvenes de sí
mismos comportándose como ellos creen que esperan los demás.
Normalmente
la idea que se tiene, es de que los jóvenes empiezan consumiendo drogas legales
(tabaco, alcohol…) y después comienzan ascendiendo hacia drogas ilegales
(cocaína, marihuana…). Este miedo a que nuestros jóvenes vayan ascendiendo en
esta escalera tan atractiva y acaben dependiendo de las drogas, ha condicionado
hacia la visión catastrófica de que el
chico o la chica que comienza con un cigarrillo o con una copa de alcohol en la
mano, acaba de manera rotunda con cocaína. Todas estas visiones e ideas que
siempre están de manera muy generalizada, metiendo en el mismo saco a todos los
jóvenes, hacen que esa imagen que tiene la sociedad respecto a este tema vaya
en aumento y hacia la mirada más negativa y fría. Y al mismo tiempo provoca la
rebeldía y actitud agresiva de los jóvenes hacia la sociedad.
Para que
esto no suceda creo que un papel muy importante lo tienen los padres de familia
ya que si desde pequeños se trata este tema de forma muy natural, a la larga y
con los años no tiene por qué desencadenarse en un problema. Porque “evitarlo”
de esta manera se convierte en algo mucho más sencillo.
Algunos padres creen que no es adecuado hablar
de ello, otros lo ven innecesario porque ven imposible a su hijo meterse en ese
mundo, y otros no saben ni siquiera como sacarles el tema a sus hijos o tienen
miedo de hablarlo. Pero se tiene que hacer un esfuerzo y dejar atrás todas
estas ideas que nos impiden la comunicación con nuestros hijos sobre un tema
tan importante y latente hoy en día en nuestra sociedad. Tenemos que actuar
cuando podamos hacerlo, es decir, desde pequeños.
Tiene que
haber una comunicación fluida y abierta desde pequeños sobre este tema, con las
primeras personas que tienen que hablar no son con los amigos son con los
mismos padres. Tienen que hablarles de las drogas, sus efectos y consecuencias.
Escoger el momento más apropiado de acercamiento hacia sus hijos y llevar a
cabo una comunicación reciproca y sobretodo que sea un intercambio de ideas. En
un ambiente cálido y donde los jóvenes se sientan a gusto para hablar con sus
padres, para expresarles todo lo que les pasa por su cabeza. Para ellos es un
paso muy duro y difícil el hecho de hablar del mundo por donde se relacionan,
de lo que hacen, de lo que les apetece y de lo que consumen; ya que muchos de
esos jóvenes no lo hablan con los padres porque sienten que sería defraudarlos,
fallarles o darles a entender que vas a ser un fracasado. Según la mentalidad
de la sociedad en la que vivimos y el ideal de la mayoría de los padres es que
“las drogas son malas”. Por tanto este
pensamiento hace que no tengan el valor o la decisión de dar el paso de
hablarlo con los padres y recurran a lo más fácil que es negarlo y evitar el
tema.